La última clase la
iniciamos haciendo una revisión del escepticismo, comenzando por definirlo como
una actitud o una disposición propia del filósofo frente a las
condiciones del conocimiento, afirmando está actitud como negativa, en tanto
que consiste en una negación de toda posibilidad de alcanzar un conocimiento
certero. Aunque como vemos, esto nos lleva a un subjetivismo o relativismo un
tanto absurdo, ya que esta postura pretende establecerse por sí misma como algo
certero, pero siguiendo su postulado, no podría alcanzarse el conocimiento
verdadero de esta verdad, o en todo caso, ni siquiera esta verdad es tal.
Tenemos dos tipos de relativismos, el individual –consistente en afirmar que lo
que propone el sujeto es verdadero-- y el específico –relacionado con la
especie--.
Este relativismo
específico nos lleva a un escepticismo y por tanto está relacionado con un
antropologismo, desde el cual, si bien no es posible conocer las cosas
objetivamente, sí se pueden conocer respecto al sujeto humano como especie. Es
en este plano donde comenzamos a revisar a Lévi-Strauss y su teoría
estructuralista, la cual permite conocer al hombre, o mejor dicho, al humano (o
a la humanidad) a partir del desciframiento de ciertas estructuras en las que
se componen las sociedades. El objeto del estructuralismo son las estructuras
elementales de lo social, desarrollando en su proceso una suerte de inducción –
deducción – inducción, es decir de lo particular a lo general, para nuevamente
presentarlo bajo formas particulares.
Entonces podemos
hablar de un antropologismo propio del estructuralismo de Lévi-Strauss, desde
el cual, lo que es válido para casos fácticos particulares, termina siendo algo
general para todos los grupos. Es decir, se da una superación del hombre como
objeto, del hombre concreto y de circunstancias, para arribar al hombre
“universal”. Pero este hombre, queda reducido a una especie biológica más,
sobre todo al introducirse el concepto de “espíritu humano” como mediador entre
Naturaleza y Cultura, concepto que viene a ser meramente fisiológico e implica
una despersonificación del hombre.
El estructuralismo
está fundado sobre una infraestructura ideológica que toma parte de la
“filosofía de la sospecha”, el funcionalismo francés, y finalmente la
lingüística –desde la cual establece para la sociedad una “gramática del
comportamiento, reduciendo las explicaciones sociales de acuerdo a ésta--, la
lógica matemática y el método etnográfico; motivo por el cual se le hace una
crítica al estructuralismo, y es que, al considerar los métodos y las formas de
otras áreas, sobre todo respecto a la lingüística y la lógica matemática, se
corre el riesgo de entremezclar y finalmente perder el objeto puro tanto de un área
como de otra, es decir, no se puede aplicar un mismo método para dos objetos de
estudio distintos y ajenos.
Por último, queda
patente la crítica a Lévi-Strauss quien no se establece dentro de la
Antropología Filosófica ni como antropólogo, pues atenta contra la realidad
concreta del hombre; ni como filósofo, pues él mismo se rechaza como tal y
además desde el punto de vista de un antiantropologismo (como el de Edmud
Leach), la generalización de los casos de una colectividad concreta no es
posible, por lo que resulta un tanto idealista el propósito del
estructuralismo.